Memorias afrutadas

A veces creo que tengo muy mala memoria, o que el filtro de mis recuerdos está dañado. Lo cierto es que cada vez que algo me recuerda mi infancia tiene más que ver con la felicidad que con la tristeza.

Si me pregunta sobre mi niñez, sólo tengo una respuesta: fui una niña feliz.

Hubo épocas difíciles en la familia, hubo situaciones que no son sencillas de entender, menos de manejar para un niño, pero a fin de cuentas, tan sólo fueron momentos, mucho más olvidables y pasajeros que todo lo demás.

Y esto viene a cuento porque hay frutas que me saben a infancia, y sólo por eso me hacen feliz.

Desde que tengo memoria las cerezas son mi fascinación, también las fresas, pero éstas no son las frutas más memoriosas de mi vida.

tomada de: http://www.centromujer.es
Los duraznos y los higos permearon mi niñez, tener un árbol en donde no sólo podías subirte, si no que además tenía un regalo para ti en lo alto de sus ramas era toda una aventura. Quien no se haya trepado a un árbol nunca no lo entenderá, no sabrá lo que es conquistar las alturas, columpiarse en las ramas, arrancar el fruto y morderlo; las caídas y los raspones bien valían la pena.

Aún hoy, cuando muerdo un durazno, cuando saboreo un higo, llega a mi un recuerdo tan dulce como la fruta misma. Hoy comí higos, y mi tarde está completa...

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