¿Qué hace feliz a tu perro?
No sé si se lo han preguntando alguna vez; y no me refiero a lo obvio: comer, dormir calentito y que le rasquen la panza. A poco más de un año de estar en constante entrenamiento, con altas y bajas, observo más a Cleo y a Circe; me precio de conocerlas bien, desde que eran cachorritas, pero en este tiempo también he descubierto aspectos que no imaginaba y he tenido que cambiar de opinión en algunos puntos.
A Cleo siempre la catalogué como obediente y dócil, a pesar de comentarios acerca de que era una perra no sólo consentida sino temperamental, siempre discutí que era la más fácil de manejar. Sin embargo, a pesar que veo en su mirada toda la dulzura del mundo, tengo que reconocer que es terca y aferrada.
Por decirlo de alguna forma, se muere en la línea: si no quiere hacer algo no hay argumento en positivo o en negativo para convencerla, no importan premios o castigos, simplemente no lo hará. Lo mismo pasa cuando se le mete en la cabezota hacer algo, es de más que trates de convencerla, que la distraigas, que le grites o la premies: buscará pleito con algún perro, meterá la cabeza en el bote de basura o se comera el jabón. He aprendido a no perder la cabeza con su insistencia, a aguantarme la alergia por permitirle permanecer muy cerca de mi cara y a jugar más con ella para tranquilizar su eterna necesidad de atención, con lo que he logrado que permanezca tranquila más tiempo.A Cleo le gusta la atención de la gente, bañar muñecos de peluche y jugar con la pelota, acostarse junto a mí y permanecer pegadita para sentirme mientras duerme, ver por la ventana lo que ocurre y que lleguen visitas a casa. La llevo poco al Club, al final pienso que ha avanzado mucho, hay una enorme diferencia entre la Cleo que se tiraba a matar sobre Circe y la actual. Aunque sé que esta declaración me traerá problemas con Tonatiuh (jajaja), no pretendo presionarla más, tiene ocho años, manías muy arraigadas de las cuales soy culpable y la asumo completamente como es, así que el ejercicio del Club es para que recuerde que no puede ir por el mundo comiendo perros y, por supuesto, darle un tiempo particular a ella una vez a la semana.
A Circe siempre la consideré un caso perdido, desordenada, necia y temperamental, no hacía caso de nada ni de nadie, a la única que obedecía era a mí, sin importar las consecuencias; pero ha resultado ser obediente y dispuesta para aprender; hace todos los ejercicios en el Club (no a la primera, no sólo con instrucción de voz, no sin dejar de quejarse, pero los hace), brinca obstáculos a su ritmo, pero no hay cosa que le haga más feliz que las clases de guardia y estoy sorprendida.Con lo polémico que pueda resultar debo decir que es un ejercicio maravilloso para ella, tiene oportunidad de ladrar y morder, de sacar toda su energía y lo hace con una felicidad evidente; ella tiene todo lo que se necesita y juntas hemos descubierto algo más que puede hacer, sin importar su raza, su pequeño tamaño, sus grandes orejas o las ideas preconcebidos respecto a qué perros pueden aprender qué cosas.


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