Jugar por jugar
Y jugar por jugar
sin tener que morir o matar,
y vivir al revés
que bailar es soñar con los pies.
-Joaquín Sabina-
¿No te ha dado por pensar en aquéllo que solías hacer y que ahora es impensable en tu vida? Diariamente circulo sobre eje 8 de regreso a casa, es inevitable notar Bolerama Coyoacán, y como si la simple imagen de la gran pared roja evocara algún tiempo feliz, recuerdo cuando mis hermanos me llevaban con ellos a jugar con los amigos de la cuadra.
Norte 88 fue una calle llena de jóvenes y niños que jugábamos futbol, beisbol, basquetbol, bote pateado o encantados, también íbamos al boliche, a los juegos mecánicos de Chapultepec y teníamos toda una semana de posadas en diciembre. Pero mis hermanos crecieron, al igual que sus amigos.
Los más chicos no éramos tantos; así que traspasamos las fronteras de Norte 88, hubo una época en que no había un fin de semana sin fiesta, también íbamos a los juegos mecánicos, organizábamos días de campo en el bosque de Aragón, íbamos al cine y jugábamos basquetbol.
Cuando paso cada día frente al boliche recuerdo aquellos días, añoro a esos amigos, los juegos de boliche y los de basquetbol con mis hermanos, aunque nunca haya sido la mejor del equipo, había mucho más que ganar o perder en esos días.
No dejo de preguntarme por qué abandonamos esos juegos. Seguro quien me lea me daría la razón de que ya no hay tiempo para ello: el trabajo, los compromisos, los hijos...
Pero creo que la verdad es otra; alguien nos convenció alguna vez de que para ser adulto era preciso dejar de jugar, que crecer era pensar en compromisos y responsabilidades. Durante mucho tiempo lo creí, pero hoy, en este momento sé que ser adulto y jugar puede ser lo mismo, o tal vez sólo sea un anhelo...
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